“Y todo lo que parecía imposible, fue posible”

Tomado Cubadebate

cubadebate_fidel_cumple_90_id_verticalTuve la suerte de contar con dos abuelos que estuvieron muy vinculados a la lucha revolucionaria y de alguna manera al líder histórico de la Revolución: José (Pépe) Ramírez Cruz y Luis Cañedo García. Por lo que desde pequeño Fidel pasó a ser uno de mis héroes predilectos, alguien del que se hablaba con amor y admiración en mi familia, aunque aún me faltaba mucho por conocer y comprender sobre su historia de vida.

Mi abuelo materno, Luis Cañedo, de origen asturiano y quien había emigrado primero con su familia a Cuba y luego a los Estados Unidos durante la criminal dictadura de Batista, se unió a Fidel en Miami, en 1955.

Son muchos los recuerdos que me trasmitió de aquellos días en que estuvo de colaborador de Fidel, sirviéndole incluso de chofer y cuando ofreció su casa para que se realizara la primera reunión del movimiento en esa ciudad. Pero de las cosas que me contó, una de las que más recuerdo es que mi abuela, descreída, escéptica en aquellos momentos –luego cambiaría su percepción- de la posibilidad de una revolución triunfante en Cuba, le había reclamado a mi abuelo: “Pero tú qué haces uniéndote a ese hombre. Tú crees realmente que ese hombre que asaltó la segunda fortaleza militar de Cuba con escopetas de matar tomeguines y ahora anda vendiendo libritos –se refería a la Historia me Absolverá, cuya venta contribuía a la recaudación de fondos- va a lograr tumbar a Batista. No seas ingenuo”. Pues resulta que ese hombre en 3 años y unos meses estaba “tumbando” a Batista. En aquella época no solo mi abuela era escéptica. Ella representaba una tendencia que pensaba que era imposible quebrar el “orden natural de las cosas”.

Y es que, una de las grandes enseñanzas que nos ha legado el Comandante en Jefe, Fidel Castro, a los revolucionarios cubanos y del mundo, es que las revoluciones solo triunfan cuando desafían constantemente los límites de lo posible, y que el revolucionario debe tener una fe inquebrantable en la victoria, aún en las peores circunstancias. Por lo tanto, no se trata de un optimismo complaciente y pasivo, sino activo y crítico, de una confianza basada en la voluntad de lucha.

Sobre este rasgo de la personalidad de Fidel, ha dicho el General de Ejército Raúl Castro: “Yo no he visto a nadie –y lo digo apoyándome en hechos concretos- que haya tenido una voluntad más grande mientras mayores son las dificultades, que Fidel”.

Fidel además se rebeló contra todos los pesimismos, derrotismos, prejuicios y dogmas de la época. Hizo la Revolución alejándose de lo que planteaban los manuales marxistas con relación a que el cambio revolucionario solo era posible cuando se produjera una ruptura en la correspondencia entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción, es decir, cuando las condiciones objetivas estuvieran creadas. ¿Siguiendo esa lógica, cuánto hubieran tenido que sufrir aun los cubanos y las cubanas, en espera de una Revolución?

Realmente Fidel fue el más marxista entre todos los marxistas de su tiempo, al asumir el marxismo como un método, no como una doctrina, y lograr, mejor que nadie, interpretar correctamente las condiciones de Cuba y las vías adecuadas para hacer una Revolución verdadera. No es que obviara las condiciones objetivas, todo lo contrario, pero entendió que el factor subjetivo es el polo fundamental para producir el cambio revolucionario y crear nuevas realidades, pues éstas no cambian por sí solas, sino a través de la praxis revolucionaria, consciente y organizada.

A pesar de determinas “verdades establecidas” como aquella que planteaba que se podía hacer una revolución con el ejército o sin el ejército, pero nunca contra el Ejército, Fidel dirigió una Revolución contra un ejército poderoso y moderno que contaba con el apoyo de los Estados Unidos. [i]

Asimismo, ciertos teóricos del marxismo planteaban que solo el partido comunista podía hacer la revolución social, pero en el caso de Cuba fue a la inversa: la revolución social hizo al partido.

Otros señalaban que un hombre de extracción acomodada como Fidel no podía ponerse al frente y defender una revolución verdaderamente radical. Fidel barrió con todos esos prejuicios y esquemas de pensamiento. Demostró una vez más en la historia, que el hombre no es la clase, e incluso, puede llegar a enfrentar su propia clase al cuestionarse la realidad que lo circunda y asumir una conducta en correspondencia con ideales revolucionarios.

Pocos creían que a 90 millas de los Estados Unidos, en su tradicional “esfera de influencia”, y en un país en el que el anticomunismo había sido inoculado hasta el cansancio, en especial a partir del comienzo de la Guerra Fría, fuera posible el socialismo. Sin embargo, la Revolución Cubana, bajo la guía de Fidel, barrió también con todas las teorías geopolíticas del momento y solo tardó 2 años y unos meses en declararse el carácter socialista.

Había también quien pensaba que el proceso revolucionario cubano tendría una corta vida, pues era imposible resistir por mucho tiempo el embate de la agresividad de los distintos gobiernos de los Estados Unidos. Sin embargo, ya es una realidad histórica que la Revolución Cubana ha sobrevivido a 11 administraciones estadounidenses y sus más disímiles e impensadas variantes de política, dirigidas todas sin excepción a destruir el proceso revolucionario.

También pocos imaginaban que una isla tan pequeña en extensión, tuviera una política exterior tan influyente en el mundo –casi como la de una superpotencia- y al mismo tiempo totalmente independiente de los grandes poderes de la Guerra Fría. Y así fue durante décadas bajo la sabia conducción del Comandante en Jefe. En determinados momentos, incluso, como ha demostrado en sus brillantes libros el investigador Piero Gleijeses, Cuba no solo desafió a los Estados Unidos, sino también a la propia URSS. Cuba no fue jamás satélite de nadie.[ii]

Al producirse la caída del campo socialista los agoreros del sistema imperial pensaban que Cuba no resistiría, que sus minutos estaban contados, y la Revolución no solo resistió, sino que en estos últimos más de 20 años ha logrado avances insospechados en el orden económico, social, científico y cultural.

Pero habrá algo que parecía más imposible y también fue posible como los anuncios del 17 de diciembre del 2014. El gobierno de los Estados Unidos tuvo que reconocer el fracaso de una política de corte agresivo contra Cuba durante más de 50 años, aunque sin desistir de sus propósitos de “cambiar el régimen” por otras vías. Se demostró una vez más en la historia de Cuba, como tanto ha advertido Fidel, que “no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas”.

Pero todo aquello que parecía quimérico, Fidel se propuso hacerlo realidad a fuerza de coraje y patriotismo, exponiendo continuamente su vida a los mayores peligros. Así fue durante sus luchas como estudiante universitario, en la llamada expedición de Cayo Confites, durante la rebelión popular conocida como el Bogotazo, en el Moncada, en el Granma, en la Sierra, durante la invasión mercenaria por Playa Girón, la Crisis de Octubre, la lucha contra bandidos y en otros muchos momentos de la Revolución. Lo que incluye más de 600 planes de atentado contra su vida. Es innegable en el caso de Fidel, el papel de la personalidad en la historia, Fidel se fundió en la masa, y toda ella se convirtió en fuerza material.

Hoy la Revolución no deja de enfrentar grandes dificultades, retos y amenazas, pero nunca la situación va a ser tan desfavorable como aquella que le tocó enfrentar al líder de la Revolución Cubana, cuando en Cinco Palmas, luego del revés de Alegría de Pío, muertos, heridos y prisioneros la mayor parte de los hombres que habían venido en la expedición del yate Granma, pudieron reunirse solo 8 hombres y 7 fusiles, y aún en esas circunstancias mantuvo su convicción de que era posible vencer. “Ahora sí ganamos la guerra”, fue la frase que Fidel inmortalizó en los pasajes más gloriosos de nuestra historia. Como expresara Cintio Vitier:

La fe inquebrantable de Fidel cuando se quedó prácticamente solo, con un reducidísimo grupo en las escabrosidades de la Sierra Maestra, salvó a la Revolución de caer otra vez en el abismo del “imposible”. Contagiando, irradiando y atrayendo con la imantación moral del heroísmo, esa fe, nutrida de análisis, se fue convirtiendo en experiencia viva sobre el terreno mismo de la lucha. Frente al escepticismo de los “teóricos” que solo veían la “correlación de fuerzas” –que sólo hablaban de la “atmósfera” y no del “subsuelo” como le dijo Martí a Nicolás Heredia en vísperas del 95-, que se basaba nada más en las posibilidades “objetivas”, el Ejército Rebelde apoyado por los luchadores clandestinos de las ciudades creó una nueva realidad, una nueva objetividad, una nueva correlación de fuerzas. “Y todo lo que parecía imposible”-así lo diría el propio Fidel el 26 de julio de 1971-, “fue posible”. [iii]

Hay quienes hoy, al igual que en el pasado, se mantienen escépticos, dudan, no creen, y peor, los que se dedican a trasmitir desánimo y derrotismo, sin haber hecho el más mínimo esfuerzo por cambiar las cosas, pero también, por suerte, en la actualidad no somos 8 hombres, sino miles los que educados en el ejemplo de Fidel y basándonos en lo que ha demostrado durante años la Revolución Cubana, estamos confiados en que, por muy difíciles que sean las circunstancias, seguiremos triunfando y haciendo posible los imposibles.

Todavía tengo frescas en mi memoria aquellas palabras de Fidel en su histórico discurso del 17 de noviembre del 2005 en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, cuando al referirse a una serie de insuficiencias y desviaciones de la Revolución expresó: “Este país puede autodestruirse por sí mismo; esta Revolución puede destruirse, los que no pueden destruirla hoy son ellos –se refiere a los imperialistas-; nosotros sí, nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra”. Fue un llamado de alerta fuerte y crítico que aun está absolutamente vigente, pero no había en su intervención, destello de pesimismo y derrota, todo lo contrario, fue un grito de guerra basado en la confianza de que es posible vencer si se moviliza la mayor fortaleza que siempre ha tenido la Revolución: el pueblo. “Y, en general, lo sabemos todo –señaló Fidel en sus palabras-, y muchos han dicho: “La Revolución no puede; no, esto es imposible; no, esto no hay quien lo arregle.” Pues sí, esto lo va arreglar el pueblo, esto lo va a arreglar la Revolución,.”.

Hoy más que nunca es imprescindible que los revolucionarios cubanos nos apoderemos de toda esta historia y de las enseñanzas de quien nos ha guiado siempre hacia la victoria. Como recientemente expresara el presidente Raúl Castro, quien ha sido el más fidelista entre los fidelistas: “Frente a las dificultades y amenazas no hay espacio para las improvisaciones y mucho menos para el derrotismo”. [iv] Al cumplirse el 90 cumpleaños de Fidel, no puede haber mejor homenaje a nuestro líder que el cumplimiento sagrado del deber y no cejar en lo más mínimo en nuestro espíritu de lucha, por inmensos que parezcan los desafíos.